Apacición San Miguel

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En el año 1455, siendo sumo pontífice Calixto III y rey de Castilla y León D. Enrique IV, sucedió, aquí en Navalagamella, un hecho maravilloso, pues el mismo Arcángel San Miguel, tomando la apariencia de un hermoso joven, se apareció sobre una encina a un pastor, aconteciendo el milagro de la siguiente manera:

Estaba el pastor Miguel Sánchez pastoreando el rebaño de ovejas de su amo, Pedro García de Ayuso, vecino del “Barrio de Abajo” de la aldea de los degollados, cuya jurisdicción política pertenecía a Navalagamella y la espiritual a Fresnedillas, cuando…

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«Á el tiempo, que ya las sombras iban cayendo de los carros, vino con su ganado a una pradera hermosa, fecunda de yerbas, y cuajada de encinas, retamas, y quexiges frondosos, en donde repentinamente se le apareció un Espíritu puesto en pie sobre las ramas de una encina, que sobre todas las demás descollaba en la altura, frondosidad y robustez de su tronco… y desde aquel tronco flamante, le habló de esta o semejante forma:

«Miguel no temas, yo soy uno de los siete Espíritus, que asistimos en la presencia de Dios, de quien soy enviado para decirte como es voluntad Divina, y de su agrado, que en este sitio se funde una Ermita a honor y memoria de San Miguel y sus Ángeles, y una Cofradía de su nombre, a mayor Gloria de Dios, y culto de sus Angélicos Mensajeros; y así luego vete a decirlo en el Pueblo vecino».

No creo necesario contaros como se quedó el pastorcillo. No daba crédito a sus ojos. Por fin, sacando fuerzas del Cielo, consiguió dirigirse al Arcángel para decirle, que él no podía ir con semejante recado a los vecinos del pueblo porque se reirían de él y nadie le creería, por ser un pobre pastor nacido en una aldea perdida, criado en los montes y sin ninguna cultura. Pero a esta humilde excusa del pastor, respondió San Miguel:

«Anda, da cuenta a tu amo que yo haré de modo que te crean y que en este Valle ilustre levante un sagrado tabernáculo en honra de los Santos Ángeles».

Y entonces San Miguel, puso sus manos sobre el tronco de la encina, dejando señalados en ella cinco dedos como si fueran vestigios humanos. Tras hacerle ver al pastor la marca que había dejado en la encina, el Arcángel, se marchó, dejando al pobre Miguel sin saber a que atenerse y dudando entre hacer caso al Arcángel o callarse para que no le tomasen en el pueblo por chalado. Hizo Miguel más caso del miedo a la burla de los hombres, que del temor de Dios, y decidió callar. Pero su cobarde silencio, tuvo su castigo. Días después, se tumbó como siempre el pastor a dormir, desnudo y descalzo sobre sus zamarras y cual no sería su sorpresa a la mañana siguiente, cuando al despertarse se encontró baldado, con el cuerpo hecho un ovillo y las pantorrillas…

«…pegadas a los músculos de las asentaderas con tan fuerte apretura, que con ninguna diligencia humana pudieron desapegarle ni impedir el paralypsis más obstinado de aquel tullido pastor, inmóvil en su camilla».

ERMITA DE SAN MIGUEL(8K)Esto apenó mucho a su amo, D. Pedro García, que quería entrañablemente como Hijo de Dios al muchacho tanto por su humildad y candidez, como por su solicitud al cuidar de su ganado y hacienda, y dispuso medicamentos caseros y aceites para mitigar el dolor de tendones, nervios y músculos, pero ni los ungüentos ni los esfuerzos de los más robustos aldeanos, consiguieron el ansiado objetivo de separar las pantorrillas de los músculos de las asentaderas.

Fue estando en este terrible trance, cuando nuestro pobre y querido pastor, comprendió que lo que le había sucedido era consecuencia de su falta de valentía para proclamar la gran dignidad que el Altísimo le había concedido al elegirle como espectador de la aparición de su Santo Arcángel, y como ya no le quedaba al pobre nada que perder, al fin habló:

«Señor amo, dixo el tullido Miguel, son escusados medicamentos; toda humana diligencia es ineficaz para la curación de mi enfermedad, que este trabajo me ha sobrevenido por permisión de Dios, en pena de mi incredulidad o poca fe de un milagro, y es ordenada señal, a fin de que me crean, que en el monte se me ha aparecido el Arcángel San Miguel sobre una encina y una jara intimidándome el orden de la voluntad Divina; sobre que en aquel mismo sitio se labre una hermita, en honra, y culto de San Miguel, y allí ha dexado puesta una señal de su mano, para más auténtico testimonio de su aparición sobre la encina dichosa».sm68 (52K)

Siguió contando a su amo, como San Miguel había prometido que le creerían los vecinos, y ahora, después de la señal que el cielo había dado dejándole tullido como estaba, veía que en ello se cumplía la palabra dada por el Arcángel. D. Pedro García de Ayuso, que era un labrador honrado y acomodado, mandó un criado a la Villa de Navalagamella, dando noticia del suceso referido por su pastor y como a consecuencia

de ello, se encontraba éste tullido sin remedio, por haber ocultado este favor del cielo. También les dijo que el pastor estaba convencido de su completa curación, cuando se celebrase una misa en honor de San Miguel en la Parroquia, hallándose el tullido presente para escucharla.

Cuando se recibió la noticia en Navalagamella, todo pueblo se conmovió, y junto con los clérigos del lugar salieron a toda prisa hacia la aldea de San Sebastián de los Degollados, a la casa de D. Pedro donde todos tuvieron oportunidad de ver…

«…al pastor tullido y pegadas las pantorrillas a los muslos, encogido de nervios como Galápago dentro de su concha y aunque hicieron varias, y nuevas diligencias para despegarlas, sufriendo muchos dolores el tullido, no lo pudieron conseguir con su industria».

Después de probar cada uno su solución -prefiero no imaginarme las torturas a las que estas “buenas gentes” en su empeño por despegar las piernas del pastor le someterían, pero me resulta inevitable recordar los empeños por sacar de la piedra la espada del rey Arturo- y comprobar que no podían hacer nada, decidieron por común acuerdo, el clero y el pueblo, coger en volandas al pastor e ir a investigar al prado donde este decía que se le había aparecido el Arcángel y en efecto una vez allí pudieron constatar, que tanto la jara como la encina por donde había pasado San Miguel tenían las hojas muy blancas, y del color de las pavesas de fuego o de ceniza y en el tronco de la encina, estaban señalados los cinco dedos tal como contaba el pastor. Viendo todos en ello la mano de Dios, al fin dieron crédito al pastor y decidieron levantar justo a la sombra de la encina, una ermita en honor del Santo Arcángel. Finalmente, decidieron llevar al pastor hasta la iglesia parroquial en una procesión de letanía, cantando a coros el clero, y el pueblo y su comarca, precedida por el estandarte con la cruz. En cuanto se hubo dicho la misa en honor de San Miguel, tal y como esperaba el pastor, su salud se restableció totalmente.

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«Fundada esta ermita, consta que fue bendecida por el Illmo. Sr. Obispo de Nisa, Auxiliar Sufraganeo del Arzobispado de Toledo, ante Alonso de Tapia, su secretario, en los trece días del mes de septiembre del año de mil quinientos y treinta; con

cuyo motivo su Ilustrísima concedió quaren días de perdón á todos los Fieles Christianos, en diferentes días y festividades del año; y los vecinos fundaron Cofradía, por Paulo V Sumo Pontífice, en el año de 1.606. Se le concedió la indulgencia plenaria,

baxo de ciertas obras de caridad, y de piedad».

Cuando se terminó la obra de construcción de la ermita, el pastor abandonó su oficio para entregarse a Dios como ermitaño y cuidador de la misma, llevando una vida santa hasta el final de sus días.

La que salió peor parada de todo este suceso, fue la encina, pues en el lógico afán popular por tomar reliquias del lugar donde había estado

posado San Miguel, la descortezaron de tal forma que la pobre se secó.